De MarieJo

Nací, como diría  Juan Villoro, bajo el único signo inorgánico del zodiaco; la balanza. Pero esto fue por mi mera necedad de llegar tarde a todas partes, inclusive a mi propio nacimiento. Programada, como suelen programar el inicio de la vida, para el quince de septiembre, me rebelé contra ese destino que me iba a llevar a ser parte de un recordatorio patrio y no más, y rebelde dese el útero llegue al mundo quince días después del programado; es decir, el treinta de septiembre de 1991. Nací en el mismo hospital que mi hermana dos años después, y que aún se llama como la ciudad en la que vivo, en el Hospital Guadalajara.  A los siete meses di mis primeros pasos, como regalo del día del padre, y desde ahí no he parado de caminar, lo mismo sucedió con el habla a los nueve meses, aunque mi madre me contradiga diciendo que fue a los seis, y consecuentemente tampoco he parado de hacerlo.

Si he de tener constantes en mi vida se componen de dos cosas, la danza y las letras. Bailo desde que tengo memoria, antes incluso de entrar a la escuela estaba bailando, disque pues, porque al año no se puede decir realmente que sea baile. Mi infancia me la pasé corriendo de una clase a otra, y puedo decir que aprendí, prácticamente todo lo que quise, (menos karate y patinaje artístico, eso queda en mi lista de traumas para el psicólogo). Cuando empecé segundo de secundaria, empecé también a dar clases de ballet en un proyecto de mis papás que poco a poco se va convirtiendo cada vez más en una escuela como debe ser.

Un defecto de nacer bajo el signo de la balanza, es decir libra, es que los que compartimos este destino astrológico solemos ser emprendedores pero, en cuanto algo deja de costarnos trabajo, lo abandonamos; así abandoné poco a poco el inglés (aunque realmente ya no necesitaba las clases), la pintura, la danza hawaiana, la costura, la natación, la gimnasia, y bueno, sobra decir la constancia no es necesariamente lo mío.

Terminé la prepa en diciembre del 2009 y a partir de entonces estoy planeando que hacer con el resto de mi vida. De las cosas que sé de mi misma tengo una certeza: sé que me encanta escribir y lo hago con la esperanza de que algún día, quizá algún día deje de ser un pasatiempo y se vuelva algo asi como un oficio. Digo, uno nunca sabe. Sigo dando clases para hacer, de mis alumnas, las bailarinas que yo pude haber sido y no soy. Sigo leyendo, porque ser rara me encanta, lo he aceptado y he aprendido a amarlo.

Dice Freud que nuestra personalidad se establece hasta los cinco años de edad. Cuando me miro en retrospectiva creo que apoyo la moción. Soy lo que construí de mi misma hace trece años. Música, danza, risas y un poema sobre la primavera.